Para mí, ser científica significa contribuir al nuevo conocimiento en la historia humana. Esto implica que los científicos están en un constante ida y vuelta experimentando con conceptos que muy pocas personas (o nadie) conocen. Cuanto más avanzamos en el conocimiento, más tocamos territorios inexplorados. Si bien es muy emocionante cuando algo funciona, puede ser frustrante cuando los experimentos fallan. Lo último suele suceder con más frecuencia.
Debido a que la ciencia puede ser un proceso emocional, mi enfoque busca reconocer que tanto los éxitos como los fracasos de la investigación científica son necesarios. He llegado a darme cuenta de que es más fácil y divertido manejar estas emociones cuando los proyectos y actividades se comparten. De hecho, estoy muy orgullosa de haber acumulado a lo largo de mi carrera un gran número de colegas que se convirtieron en buenos amigos. Son de todas las edades, provienen de muchos países y de una variedad de disciplinas. Encuentro extremadamente motivador obtener subvenciones de investigación que me permiten mantener el contacto con ellos, pero también conocer nuevas personas que desafían mi comprensión del mundo con sus propias perspectivas.